“La guerra no está lejos: está en nuestra puerta. ¿Qué voy a hacer? Aquí en Roma, en el Bambino Gesù, hay niños heridos por los bombardeos. Se los llevan a casa. ¿Rezo? ¿Ayuno? ¿Hago penitencia? ¿O acaso vivo despreocupado, como normalmente vivimos las guerras lejanas? Una guerra siempre - ¡siempre! - es la derrota de la humanidad: siempre. Nosotros -los cultos, los que trabajamos en la educación- somos derrotados por esta guerra, porque del otro lado somos responsables. No existen las guerras justas: ¡no existen!”
El Santo Padre agradeció al Cardenal Giuseppe Versaldi, Prefecto de la Congregación para la Educación Católica, por sus palabras de presentación y también a cada uno de los participantes, que aportaron la riqueza de su propio contexto cultural, de su propio ámbito profesional y de investigación”. El Pontífice recordó que el encuentro aborda la cuestión de la democracia desde un enfoque educativo. “Pero no es frecuente que se aborde desde el punto de vista de la educación. Sin embargo, este enfoque, que pertenece de manera especial a la tradición de la Iglesia, es el único capaz de dar resultados a largo plazo”, subrayó el Obispo de Roma.
Francisco propuso una breve reflexión inspirada en el Evangelio del día: la parábola de los viñadores homicidas (cfr. Mt. 21,33-43.45-46). Contextualizando el pasaje, el Santo Padre subrayó que Jesús advierte contra una tentación que está presente en todos y en todo momento: la tentación del poseer.
Los viñadores de la parábola, sostuvo Francisco, cegados por su deseo de apoderarse de la viña, no dudan en utilizar la violencia y matar. Esto nos recuerda que, cuando el hombre niega su propia vocación de colaborador en la obra de Dios y pretende ponerse en su lugar, pierde su dignidad de hijo y se convierte en enemigo de sus hermanos.
“Los bienes de la creación se ofrecen a todos y cada uno en proporción a sus necesidades, para que nadie acumule lo superfluo ni le falte lo necesario. Por el contrario, cuando la posesión egoísta llena los corazones, las relaciones y las estructuras políticas y sociales, entonces se envenena la esencia de la democracia. Y se convierte en una democracia formal, no real”
La democracia y sus dos degeneraciones
El Sucesor de Pedro se centró en “dos degeneraciones” de la democracia, como las denominó con contundencia: el totalitarismo y la secularización. Comentó que San Juan Pablo II subrayó que un Estado es totalitario cuando “tiende a absorber en sí la nación, la sociedad, la familia, las comunidades religiosas y las propias personas”, citando el punto 45 de la Encíclica Centessimus annus, publicada por el Papa polaco en 1991, con motivo del centenario de la Rerum novarum.
Francisco afirmó que, al ejercer la opresión ideológica, el Estado totalitario devalúa los derechos fundamentales del individuo y de la sociedad, hasta el punto de suprimir la libertad. “Es una opresión ideológica, y podemos hablar de las colonizaciones ideológicas, que siguen y siguen y nos llevan a este estado”, puntualizó.
Respecto al laicismo radical, que es en sí mismo ideológico –dijo Francisco-, deforma el espíritu democrático de una manera sutil e insidiosa: al eliminar la dimensión trascendente, debilita y anula gradualmente toda apertura al diálogo. “Si no existe una verdad última, las ideas y convicciones humanas pueden ser fácilmente explotadas en aras del poder”, añadió. En este aspecto, el Papa Francisco retomó la idea de Benedicto XVI en la Encíclica Caritas in veritate, en cuyo punto 78 se lee que “el humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano”. Y, en este punto, el Papa aseveró que está la diferencia, pequeña pero sustancial, entre una sana laicidad y un laicismo envenenado: “Esto envenena los vínculos y también la democracia”, remarcó.
Educar para la democracia, un desafío
Según el Papa, los miembros de la Fundación Pontificia han contrarrestado a estas degeneraciones con el poder transformador de la educación. Francisco recordó que, en algunas universidades de todo el mundo, la entidad puso en marcha actividades de formación, “buscando las estrategias más eficaces para transmitir los principios democráticos, para educar en la democracia”.
El Pontífice los invitó a seguir en esta línea y compartió algunas propuestas, que confió a los que están implicados en los distintos ámbitos: alimentar en los jóvenes la sed de la democracia, enseñar a los jóvenes que el bien común está amalgamado con el amor (porque “solo el amor puede salvar la familia humana”) y educarlos en vivir la autoridad como servicio. “Son tres caminos educativos orientados, como diría San Pablo VI, a la civilización del amor, y que hay que recorrer con valentía y creatividad”, declaró Francisco.
El Papa consideró que los susodichos principios se adecuan al marco del Pacto Educativo, que se inició con la Congregación para la Educación Católica, firmado el 15 de octubre de 2020, y aprovechó la ocasión para relanzarlo. Es “una alianza que pretende reunir a todos los que se preocupan por la educación de las jóvenes generaciones y que puede convertirse en un instrumento para perseguir el bien común mundial”.
En el contexto provocado por la guerra en Ucrania –apuntó Francisco-, destaca aún más el valor del Pacto Educativo para promover la fraternidad universal en la única familia humana, basada en el amor.
“La oración por la paz debe ir acompañada de un compromiso paciente con la educación, para que los niños y los jóvenes desarrollen una firme conciencia de que los conflictos no se resuelven con la violencia y la opresión, sino con la confrontación y el diálogo”
Francisco agradeció a los participantes en el congreso por el trabajo que realizan, así como a sus instituciones, y les impartió, de corazón, una bendición a todos, pidiéndoles que no se olviden de rezar por él.