Jueves 28 de mayo de 2020
San Juan 17. 1b. 20-26
Tengo un matrimonio amigo en los EEUU, se llaman Mary Helen y Kevin. Estos novios son maravillosos y muy enamorados, uno con el otro. Tuve la bendición hacer su matrimonio y ver el ambiente de amor y alegría tanto en la iglesia como en la fiesta. Di cuenta que todos nosotros estábamos allí por el poder de su amor al vincularnos. Es decir, cada persona se acercó a ellos como pareja por un poder invisible y atractivo que fue visto en su amor.
¡Desbordó el amor de Kevin y Mary Helen a nosotros!
Me imagino que hemos visto, lamentablemente, el contrario también, no? De una pareja tan aislada por su "amor" y foco uno al otro que no hay ningún espacio para los demás. Poco a poco se pierde amigos y familiares, porque su amor es cerrado. No existe tiempo ni interés en invitar a los otros a entrar en su relación.
¿Que triste, cierto?
Vemos en la lectura del evangelio de hoy, que tipo de amor tiene Jesús y su Padre: "que el amor con que me amas esté en ellos y yo también en ellos''. El amor del Padre al Hijo y el Hijo al Padre es tan fuerte y grande que desborda – no puede ser limitado solo a los dos. De hecho Jesús explicitamente comunica su deseo que participen los discípulos en el amor divino. Mas increible es que no es solo que participen ellos, "sino también por los que van a creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí y yo en ti somos uno, a fin de que sean uno en nosotros". Obviamente nosostros somos ellos que "van a creer en [Jesús] por la palabra de ellos." ¡Que bendicion! Vivimos por nuestra participacion en la Iglesia en el amor de Jesús y por eso sentimos su amor al Padre. Que vivamos de una manera que invite a todos participar en lo mismo.
P. David Halm