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Papa Francisco habla durante su primera homilía en Kazajistán sobre el valor de la cruz y la serpiente

“Desde la Cruz de Cristo aprendemos el amor, no el odio; aprendemos la compasión, no la indiferencia; aprendemos el perdón, no la venganza. Los brazos extendidos de Jesús son el tierno abrazo con el que Dios quiere acogernos”, afirmó el Santo Padre. 

Miércoles 14 de septiembre de 2022

La Santa Misa presidida el día de hoy por el Papa Francisco, en su Viaje Apostólico número 38° en Kazajistán, estuvo dedicada a la exaltación de la Cruz. En la celebración se contó con la presencia de más de seis mil católicos, incluso varios venidos de otros países de Asia Central, para reunirse en la Plaza de la Expo de Nursultán. 

A las 5:00 horas de la tarde (hora local), inició la eucaristía. La ceremonia fue realizada en un altar con la presencia de una cruz de madera tallada con la imágen de Cristo y el Pontífice abrió su homilía admitiendo que, si bien, “la cruz es un patíbulo de muerte, celebramos la exaltación de la Cruz, porque sobre ese leño Jesús ha tomado sobre sí nuestro pecado y el mal del mundo, y los ha vencido con su amor”. 

“Desde la Cruz de Cristo aprendemos el amor, no el odio; aprendemos la compasión, no la indiferencia; aprendemos el perdón, no la venganza. Los brazos extendidos de Jesús son el tierno abrazo con el que Dios quiere acogernos”, afirmó el Santo Padre. 

Luego, el Pontífice se inspiró en la lectura del día sobre el ataque de las serpientes que muerden al pueblo de Israel. “No es casual que, agotándose la confianza en Dios, el pueblo sea mordido por las serpientes que matan. Estas hacen recordar la primera serpiente de la que habla la Biblia en el libro del Génesis, el tentador que envenena el corazón del hombre para hacerlo dudar de Dios”.

Francisco pide que miremos la propia desconfianza de la historia personal: “Son los momentos de cansancio y de prueba, en los que ya no tenemos fuerzas para levantar la mirada hacia Dios; son las situaciones de la vida personal, eclesial y social en las que nos muerde la serpiente de la desconfianza, que inyecta en nosotros los venenos de la desilusión y del desaliento, del pesimismo y de la resignación, encerrándose en nuestro “yo”, apagando nuestro entusiasmo”. 

También, el Santo Padre asegura que: “Dios no destruye las bajezas que el hombre sigue libremente”, las serpientes quedan, pero algo cambia radicalmente: “Ha llegado a nosotros la serpiente que salva: Jesús, que, elevado sobre el mástil de la cruz, no permite que las serpientes venenosas que nos acechan nos conduzcan a la muerte. Ante nuestras bajezas, Dios nos da una nueva estatura; si tenemos la mirada puesta en Jesús, las mordeduras del mal no pueden ya dominarnos, porque Él, en la cruz, ha tomado sobre sí el veneno del pecado y de la muerte, y ha derrotado su poder destructivo”.

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